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Un paso pequeño, pero imprescindible


El objetivo está claro: acabar con la explotación y el maltrato hacia los animales en cualquiera de sus formas, pero teniendo en cuenta las diferencias ideológicas, abismales en algunos casos, entre los diferentes actores implicados, no nos queda más remedio que reconocer que ese objetivo está lejos y que además el camino será largo y difícil. 

Los que conocemos de primera mano buena parte de las forma de maltrato hacia los animales existentes en nuestro país y vemos lo normalizadas que están estas situaciones entre los dirigentes, los ganaderos, los operadores cárnicos e incluso entre la sociedad que, por lo general, no quiere ver qué hay detrás de esa barqueta de carne que compra, tenemos la obligación moral de oponernos y dar luz a otra realidad, la realidad que muchos no quieren que conozcas. 

Es sorprendente que algunas de las situaciones más lesivas con los animales sean legales en nuestro país y en la UE. Sí, en esa zona del mundo que se jacta de ser pionera en el avance por el bienestar y los derechos de los animales. Y no me refiero a la tauromaquia, que lo es, ni al sufrimiento ocasionado por la caza, que también, sino a las prácticas realizadas en la industria ganadera. Esa actividad, en ocasiones silenciada, que ocasiona el sufrimiento y la muerte de más de 900 millones de animales solo en nuestro país. 

Pasar de esa escandalosa cifra a cero es imposible, una utopía, y, por ello, sin perder de vista el objetivo con el que comienza el texto, no nos queda más remedio que aceptar que la eliminación de algunas situaciones extremadamente crueles es algo positivo, que no suficiente, pero sí un pequeño avance que como sociedad estamos obligados a dar. 

«Una vaca sacrificada por rito religioso puede tardar varios minutos en morir en los que es totalmente consciente de lo que le está pasando. Todo por cumplir y certificar una muerte siguiendo unos preceptos muy alejados del bienestar animal»

Alfonso Senovilla. Veterinario, inspector de mataderos durante más de 11 años.

Un ejemplo de las situaciones que tienen que dejar de ocurrir con urgencia, es la eliminación de las autorizaciones de sacrificio por rito religioso sin aturdimiento previo en los mataderos. El sacrificio sin aturdimiento por rito religioso consiste en seccionar la tráquea, el esófago, las venas yugulares y arterias carótidas de un corte en la garganta. Dicho de otra manera, degollar a un animal plenamente consciente. Una vaca sacrificada en estas circunstancias puede tardar varios minutos en morir. Unos minutos en los que es totalmente consciente de lo que ocurre a su alrededor, de lo que le está pasando, todo por cumplir y poder certificar una muerte siguiendo unos preceptos muy alejados del bienestar animal. Antes de que le ocurra esto, la vaca habrá sido inmovilizada en un box, volteada y verá como se aproxima su verdugo con un cuchillo infinito hacia ella. 

Lo terriblemente cruel de todo esto es que esta práctica no solo es legal, sino que cada vez está más extendida por los mataderos españoles debido a la creciente demanda, al aumento de las exportaciones de estos productos y a la permisividad legislativa que permite que esta carne vaya a cualquier supermercado sin distintivo alguno, sin que el consumidor conozca la manera en que ha muerto el animal, al fin y al cabo lo que se pretende, que nadie se plantee como viven y como mueren los animales. 

Existen alternativas apropiadas más allá de la prohibición del sacrificio, que llegará, que es el aturdimiento con métodos reversibles que minimicen, que no es lo mismo que eliminar, el sufrimiento de los animales en esos momentos. Un aturdimiento que algunos aceptan como válidos dentro de sus preceptos religiosos.

Pero para que no parezca que esto va en contra de religiones diferentes a las arraigadas en nuestro país, sino de luchar contra el maltrato animal, se puede destacar otra actividad tradicional que debe ser prohibida, la matanza domiciliaria del cerdo. 

Y se debe prohibir porque las prácticas realizadas habitualmente no solo son ilegales, sino muy dolorosas para los animales. Agarrar con un lazo metálico el hocico del animal, clavarle un gancho en la garganta o directamente introducirlo por el ano para movilizar al cerdo, que, asustado, solo quiere luchar por su vida, son la norma en este tipo de “espectáculos”. Además de esto ningún veterinario control estas prácticas, es más, la ley no obliga a hacerlo ya que se ciñe exclusivamente a la inspección post-mortem de la canal para declarar la aptitud para el consumo de la misma. La administración no debería permitir, ni autorizar ninguna actividad cruel con los animales, pero además en este caso ni siquiera cuenta con las herramientas, ni la intención, dicho sea de paso, para controlarla. 

Esto mismo ocurre con las exportaciones de animales vivos en barco. Animales que han nacido en la tierra que algunos definen como la de los “estándares de bienestar más altos”, pero que una vez son embarcados son olvidados. Recientes casos han demostrado que la autoridades españolas y europeas nada pueden hacer por ellos una vez salen de nuestras fronteras con un destino aún más cruel que el ya de por sí duro que tendrían aquí.   

Para finalizar con este repaso a estas medidas urgentes, imprescindibles y por otro lado mínimas, recordaremos que el aturdimiento no evita todo sufrimiento a los animales, solo lo reduce en el momento de la matanza. Por ello, mientras sigan existiendo mataderos, estos métodos de aturdimiento deben mejorarse, cada vez tienen que ser más efectivos y conseguir reducir el dolor y la angustia a los animales. Hay claros ejemplos de ello, como el sistema por baño electrificado a las aves, altamente ineficaz y que ya de por sí causa sufrimiento a los animales al ser sujetados por las patas cabeza abajo antes de su aplicación, o durante el sacrifico de peces, que, a pesar de que las autoridades europeas otorgan poder a los estados miembros no hay ningún sistema implantado por ley en nuestro país.  

En lo personal, el que tengo marcado es el aturdimiento por CO2 en cerdos. A pesar de que la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) recomendó eliminar progresivamente el uso de dióxido de carbono en el aturdimiento de cerdos en base a un dictamen científico del 2004, la realidad es que sigue siendo el método más habitual, ya que como la propia autoridad reconoce sobre su eliminación,  “no resulta económicamente viable en la UE”. Una vez más el dinero y la industria por encima de los animales. 

Qué pensarían esas persona en cuanto a viabilidad económica si vieran como los cerdos son metidos en jaulas metálicas, los vieran bajar al foso de CO2 y retorcerse de angustia, chillar, golpearse fuertemente la cabeza contra los barrotes de la jaula intentando salir mientras se asfixian lentamente, sin saber que lo que les espera después es aún peor. 

Alfonso Senovilla.

Yo me pregunto qué pensarían esas persona en cuanto a viabilidad económica si vieran como los cerdos son metidos en jaulas metálicas, los vieran bajar al foso de CO2 y retorcerse de angustia, chillar, golpearse fuertemente la cabeza contra los barrotes de la jaula intentando salir mientras se asfixian lentamente, sin saber que lo que les espera después es aún peor. Yo que lo he visto, tal vez centenares de veces, tengo claro lo que pienso, que todos y cada uno de nosotros: políticos, industriales y consumidores, somos responsables de que esto siga ocurriendo y está en nuestra mano cambiarlo.  

Más de 23.000 personas ya han firmado nuestra petición para acabar con el sufrimiento extremo en los mataderos.

Alfonso Senovilla es veterinario oficial de Salud Pública de la Consejería de Sanidad de la JCCM. Ha ejercido durante años como veterinario en explotaciones ganaderas y como inspector en mataderos.

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