Igualdad Animal responde al artículo “El especismo, la última frontera de la estupidez”
El especismo, efectivamente, la última frontera de la estupidez
El especismo, efectivamente, la última frontera de la estupidez
Irónicamente el periodista Fernando Díaz Villanueva acierta de lleno en el título de su artículo “El especismo, la última frontera de la estupidez” (http://www.libertaddigital.com/opiniones/opi_desa_36407.html). Eso sí, acierta por casualidad, pues en dicho artículo muestra una profunda ignorancia sobre lo que critica y una sonrojante carencia de argumentos. Si realmente se hubiera informado, como afirma en dicho artículo, el señor Díaz sabría que el término “especismo” (del inglés “speciesism”) fue empleado por Richard D. Ryder para denominar a la discriminación basada en la diferencia de especie, discriminación que supone que los intereses de algunos individuos sean considerados de menor importancia por pertenecer a una especie determinada. Mientras que el sexismo supone discriminar a los individuos de determinado sexo, y el racismo supone discriminar a los individuos de determinada raza, el especismo implica la discriminación de los individuos de determinada especie.
Señala el autor que “se debe tratar a casi todo [sic] el reino animal con respeto y del modo más humano [sic] posible”. De este modo está, en primer lugar, reconociendo implícitamente con sus palabras que hay determinados individuos que no le merecen —lo que él denomina— “respeto” y que, a la vista del planteamiento que deja entrever con sus palabras, no debe ser nada significativo. Por otra parte, la manera en que la mayoría de humanos tratan al resto de animales no hace abrigar buenas esperanzas sobre lo que sería el “modo más humano posible” de tratar al resto de animales. Y por si fuera poco, es incoherente ser especista y tratar a los animales de otras especies con respeto. El respeto no entiende de discriminaciones, pues en el momento en que no conferimos igual valor a un individuo por una característica irrelevante y arbitraria, tal individuo no está siendo respetado, sino que está siendo víctima de un tratamiento discriminatorio. Indica posteriormente que “la vida humana vale mucho más que la de cualquier animal”. Dicha afirmación es intrínsecamente un sinsentido, pues debería saber que los humanos somos animales y ser un poco más riguroso en sus afirmaciones sobre el valor de la vida de los demás. Pero como Fernando Díaz Villanueva es especista y emplea un lenguaje especista, se está refiriendo con “cualquier animal” sólo a los animales de otras especies, esto es, todos los animales que no pertenecen a la especie Homo sapiens, curiosamente la suya, y la que considera a modo de título nobiliario que le coloca como un ente superior al resto. A pesar de tan tajante afirmación, el señor Díaz no ofrece ningún argumento que respalde por qué la vida de un animal humano vale más que la de otro animal. Dice recurrir para ello al “sentido común” (del cual hay que decir que no en vano se considera el menos común de los sentidos). Ahora bien, si con su “sentido común” trata de refugiarse en lo que piensa mayoría de la sociedad, evitando así tener que justificar su afirmación, conviene recordarle que tal estratagema resulta no ser más que una falacia (falacia /ad populum /para su interés).
Si desgraciadamente la mayoría de seres humanos consideran más valiosa la vida de un humano que la de otros animales, ello es tan sólo la constatación de un hecho, no un argumento que respalde tal planteamiento. Del mismo modo, es igualmente cierto que el sentido común de muchos individuos de otras culturas les indica que las mujeres son inferiores sin que en tal constatación estadística podamos encontrar razón alguna que lo justifique. Asimismo, muestra también una gran carencia de información sobre lo que es una dieta vegana (tampoco en esto se informó demasiado bien el autor del artículo). La dieta vegana no es una variante de la dieta vegeteriana “absteniéndose hasta del queso”. El veganismo es el rechazo a la explotación animal, un compromiso con la abolición de la esclavitud. La dieta vegana es una aplicación práctica de esto en el ámbito de la alimentación donde muere la inmensa mayoría de animales no-humanos para nuestro beneficio. Se conforma de este modo una alimentación que excluye el consumo de productos de origen animal, los cuales no son sólo el queso, sino también otros productos como el resto de lácteos o los huevos. Sus prejuicios especistas continúan cuando dice que “muchas especies existen precisamente por eso, porque las consumimos”. ¿Acaso insinúa que deberían estarnos agradecidas las gallinas por criarlas, privarles de libertad, mutilarlas y finalmente matarlas, pues, de no haber sido por nuestro altruismo, ellas no hubieran podido “disfrutar” de todo ello? Desde luego, qué desagradecidos son los animales que consumimos, que encima chillan y se resisten a entrar en los mataderos que hemos dispuesto para ellos. ¿Qué podemos concluir si aplicásemos tal “argumento” a una sociedad en la que algunos humanos son criados exclusivamente para ser esclavos o ser asesinados por deporte? Supuestamente tales individuos no tendrían razón para quejarse por su estatus dado que si no fuese por el interés existente en su explotación, dichos individuos no existirían. Como parece claro, ignora así el autor que, si un ser no existe, no puede ser perjudicado, y que trayéndole a este mundo para explotarle no le estamos haciendo ningún favor. Con todo ello, muestra el autor de esas palabras que es incapaz de pensar en los demás animales como individuos, y sólo puede pensar en grupos o especies, confusión esta entre individuos y especies que resulta ejemplo de libro de una mentalidad especista. Ya que los animales sienten, lo importante no es garantizar la “supervivencia de las especies”, sino garantizar que los intereses de los individuos sean respetados, sea cual sea su especie, pues las especies no son más que poblaciones de individuos. Las especies no tienen intereses ni sienten ni padecen, sino que son sólo sus miembros quienes podrán tener tales capacidades y puedan verse afectados por nuestros actos. Pretende hacer creer a la gente que es imposible alimentarse de forma sana con una dieta vegana, demostrando una vez más su ignorancia. Organizaciones tan prestigiosas como la Asociación Americana de Dietética (avalada por más de 65.000 profesionales de la medicina y nutrición) y la Asociación de Dietistas del Canadá han señalado que una dieta vegana bien planificada es apropiada en cualquier momento de la vida, incluyendo el embarazo, la lactancia, la infancia y la adolescencia. Hasta la Academia Nacional de Pediatría de EE.UU. lo afirma claramente. Intenta justificar el asesinato y consumo de animales y productos de origen animal apelando a que “cada uno come lo que le viene en gana cuando le viene en gana, siempre y cuando no termine en su plato un semejante, es decir, un ser humano”. Naturalmente, el autor de dicho artículo no da argumentos que apoyen su afirmación, de la misma manera que no argumente absolutamente nada en relación con el resto de afirmaciones especistas de su artículo. Pero la realidad es que no debemos alimentarnos de otros individuos, sean estos individuos de la especie que sean. Su afirmación que excluye de modo ad hoc a los que él considera sus “semejantes” revela su antropocentrismo, en el que da círculos línea tras línea. Para un racista su semejante es un individuo de su mismo color de piel, para un sexista su semejante es quien pertenece a su mismo sexo, y para el señor Díaz, sus semejantes son los de su misma especie. Para quienes no discriminamos por motivos irrelevantes, nuestros semejantes son todos aquellos que sienten, en general, todos los animales, independientemente de su raza, sexo o especie. Finalmente trata de suplir su carencia de argumentos apelando a una supuesta posición de superioridad —consigo en la cima— en una “escala evolutiva”, término por cierto de carácter pseudocientífico que responde más a su mentalidad antropocéntrica que a un concepto biológico, como pretende hacernos creer. Pero aún concediendo la supuesta superioridad evolutiva a la que hace mención con orgullo, ello no implica que nuestra desconsideración de los intereses de los demás animales sea justificada, a no ser que trate de esgrimir el argumento de que el mayor poder legitima la dominación del más vulnerable. Pero en algo tiene razón Fernando Díaz Villanueva: el especismo es la última frontera de la estupidez. Y con su artículo lo ha demostrado sobradamente.