Entrevista a Will Potter en TED
Los Verdes somos los nuevos rojos: Will Potter nos habla sobre el problema de que los activistas sean tratados como terroristas
Cuando el reportero del Chicago Tribune Will Potter fue a repartir folletos sobre derechos animales, no tenía ni idea de que el FBI le elegiría y presionaría para que se convirtiera en un informador contra el activismo, amenazando su futuro si se negaba. A continuación hablamos con el compañero de TED y autor de Los verdes somos los nuevos rojos acerca de esta experiencia, que le condujo a un campo de investigación totalmente nuevo. El quid de lo que descubrió: actualmente se considera a los activistas ecologistas y de derechos animales como la primera amenaza terrorista a nivel nacional en Estados Unidos, y están siendo procesados como criminales.
¿Te consideras a ti mismo activista?
No me considero activista, pero sin duda existe un componente de apoyo cuando hablo sobre asuntos de derechos civiles. Mi experiencia se basa en reportajes de periódicos y revistas. Durante mucho tiempo traté de seguir el camino tradicional de sala de prensa y así me mantuve durante bastante tiempo. Más tarde, cuando estaba trabajando en el Chicago Tribune, tuve algunas experiencias con el FBI que me re-direccionaron a centrarme en otros temas. Después, algunos buenos amigos se vieron envueltos en diferentes procesos relacionándolos con el terrorismo. Estas experiencias me sumergieron en estos temas de forma inesperada y cambiaron completamente la trayectoria en la que me encontraba.
¿Qué ocurrió con el FBI?
En el Tribune, cubría noticias de última hora, tiroteos, asesinatos, noticias relacionadas con el gobierno local y todo era horrible y deprimente. No era el tipo de cosas que me condujeron a hacerme periodista. Tenía una formación en la universidad sobre activismo ecologista y me manifesté contra la Organización Mundial de Comercio y las sanciones económicas contra Iraq y quería involucrarme de nuevo en algo más positivo como aquello. Así que fui a repartir folletos con un grupo de gente. Simplemente repartíamos papeles en un barrio residencial acerca de la experimentación animal. Pensé que era lo máximo que podía hacer como periodista en activo – algo muy bueno. Y por supuesto, como tengo muy mala suerte, todos fuimos detenidos y acusados. Fue la única vez en la que he sido detenido. Por supuesto que aquellos cargos se retiraron posteriormente. Fue una detención muy frívola. Además, todavía es legal repartir folletos.
Un par de semanas más tarde, dos agentes del FBI vinieron a mi casa y me dijeron que si no les ayudaba convirtiéndome en un informador e investigando a grupos de activistas me pondrían en la lista de terroristas nacionales. También me amenazaron con que se asegurarían de que no recibiera la beca Fulbright que había solicitado y que mi novia no recibiría la financiación PhD. Realmente quería pensar que no me afectaría algo como aquello, especialmente por mis antecedentes como activista, pero me aterrorizó. Realmente lo hizo. Finalmente, ese miedo se convirtió en obsesión en averiguar cómo había pasado esto, cómo manifestantes no violentos habían sido etiquetados como terroristas.
¿No se dieron cuenta de que eras un periodista?
Sí, y obviamente no pensaron en la posibilidad de que escribiera o hablara sobre ello. Me dijeron exactamente “Eres el único del grupo que lo tiene todo a su favor”. Sabían en todos los lugares que trabajaba, conocían a mis editores del Tribune, sabían los premios de periodismo que había ganado – y su mensaje fue “Ayúdanos o haremos que tu vida sea totalmente diferente”. Y seguían diciendo “No lo eches todo a perder”.
Así que en ese momento pensé ¿Qué puedo hacer para que me dejen? Se trata de un delito menor de clase C por repartir folletos, no hay forma de que llegue a los tribunales y estáis hablando de arruinar mi vida”. Por supuesto que nunca me convertí en un informador, y nunca pensé en hacer nada parecido pero sin duda cambió el enfoque de mi trabajo.
¿Después de aquello te molestaron?
Bueno, ya sabes, es una de esas cosas. Me hizo darme cuenta del poder del miedo. Porque en una situación como aquella, realmente no sabes qué está ocurriendo o qué puede ocurrir. No hay manera de averiguarlo. Fue unos pocos meses después del 11 de septiembre cuando ocurrió pero aún hoy en día no puedes saberlo, con el alcance del poder antiterrorista del gobierno y cómo se está utilizando. Así que cuando hablaron de asegurarse de que no recibiera la beca Fulbright, no la recibí pero fue porque ¿no soy suficientemente inteligente? ¿porque mi solicitud no fue suficientemente buena? No lo sé. Es imposible saber estas cosas.
Años más tarde, después de que se publicara mi libro, hicimos una petición de Libertad de Información. Me enteré que la unidad antiterrorista había estado controlando mis conferencias, mi libro y mi página web. Sin embargo, en términos de problemas del día a día, no he tenido ninguno.
¿Cómo surge que el activismo ecologista llegue a ser tratado como un delito de terrorismo?
Creo que lo más importante que descubrí en mi investigación es que todo esto fue realmente creado por las industrias contra las que se protesta. A mediados de los 80, estas corporaciones se unieron y crearon un nuevo término llamado “eco-terrorista” – porque en ese momento, esos movimientos de protesta estaban creciendo muy rápidamente y de manera muy eficaz y tenían un amplio apoyo del público. Existía claramente una preocupación que a menos que la opinión pública cambiara, tendrían un gran problema en sus manos.
Así que inventaron este nuevo término, y entonces emprendieron campañas de relaciones públicas, de lobbys y audiencias en el congreso. Con el tiempo, ese lenguaje cambió el discurso popular sobre la forma que hablamos sobre las protestas. Y resultó increíblemente eficaz hasta el punto que ahora no sólo el FBI etiqueta a los defensores de los derechos animales y ecologistas como la principal amenaza terrorista nacional – aunque nunca hayan hecho daño a un ser humano – sino que tenemos una nueva legislación que señala a estos manifestantes por delitos graves y como terroristas por lo que son, en algunos casos, protestas no violentas.
¿Cuál es el beneficio para el gobierno de doblegarse a la voluntad de la industria? Parece como un derroche inmenso de recursos.
Totalmente. Esa preocupación sobre el derroche de recursos en realidad ha sido planteada por el Inspector General del Departamento de Justicia en una auditoría de 2003 que encontré en mi investigación y también por gente dentro del gobierno, por distintos informes del congreso que han hablado sobre mi trabajo. Sin embargo, el FBI y la Seguridad Nacional mantienen esta posición. Es una pregunta realmente difícil de responder. Creo que hay algunas razones de por qué. Algunas de ellas son realmente una influencia directa de estas industrias sobre los funcionarios electos. Lo podemos ver en las solicitudes de documentos, acciones de presión para que haya una nueva legislación sobre terrorismo.
Y en parte, creo que todo esto ha tomado vida propia. Los agentes del FBI saben que el camino hacia su promoción hoy en día es asegurarse juicios de terrorismo. Agentes del FBI actuales y antiguos me han repetido esto en distintas ocasiones. Creo que estos activistas son considerados como una forma accesible de conseguirlo.
Y francamente, creo que una de las razones es que se ha abierto camino a los niveles superiores del gobierno – hasta el punto en que ya no se trata de un problema. Con esto quiero decir que se ha convertido en algo normal a lo largo de los últimos años. Después del 11 de septiembre se introdujeron estos usos ambiciosos y radicales del lenguaje. Versiones anteriores de las libertades civiles. Y fue un escándalo público. Y ahora, diez años más tarde, nadie se preocupa por el Patriot Act. Nadie habla de Guantánamo. Estamos hablando sobre Edward Snowden y el espionaje, pero aún así, no se trata de recuperar las libertades que hemos perdido. Creo que una gran parte de esto es por el cambio cultural que ha ocurrido.
Suena como que tuvo su momento y ya nadie habla de ello.
Totalmente. Y como periodista, es mi mayor crítica a cómo otros periodistas han contribuido a esto. Cuando este lenguaje se comenzó a utilizar, no hubo mucho compromiso crítico hacia él. Y debería haberlo habido. No sólo como una reticencia de utilizar este tipo de lenguaje del terrorismo contra cualquiera sino como un completo rechazo de hacerlo. Sesga automáticamente a la opinión pública de forma injusta contra la gente sobre la que escribes. Es una palabra tan increíblemente poderosa y ahora es simplemente utilizada tan a menudo sin pensarlo demasiado. Esto realmente me muestra cómo ha cambiado en tan poco tiempo. Hemos pasado de un pensamiento totalmente inventado – una palabra y campaña completamente inventadas- a que ahora sea un asunto normal.
Cuando los activistas Stefan Warner y Moriah Stephenson desplegaron esta pancarta en la sede de Devon Energy como protesta contra el fracking del oleoducto de Keystone, cayó brillantina de la pancarta y fueron detenidos. Ahora se enfrentan a penas de prisión de 10 años. Foto: Great Plains Tar Sands Resistance
¿Podrías darnos un par de ejemplos de personas detenidas y tratadas como terroristas?
La retórica de estas industrias ha sido que necesitamos nuevas leyes sobre terrorismo para perseguir a los extremistas que han hecho cosas como romper ventanas y robar animales, o incendiar todoterrenos. Obviamente todos ellos son delitos, no hay duda. Pero lo que he visto es un alejamiento de ese tipo de actividad clandestina e ir hacia organizaciones públicas.
Sólo hace unas semanas, algunos activistas de Oklahoma fueron a la sede de una empresa y desplegaron una pancarta como protesta por la implicación de la empresa en la fracturación hidráulica y el oleoducto de Keystone. Cuando desplegaban la pancarta, cayó brillantina al suelo. La policía detuvo a los activistas y ahora se les acusa de montaje terrorista. Los fiscales dicen que no tenían forma de saber si la brillantina que se cayó al suelo era realmente brillantina o una sustancia química o antrax. Esto parece una locura, pero ahora estos chicos se enfrentan a 10 años de prisión.
Otro ejemplo es el de Tim DeChistopher, un estudiante universitario de Utah que irrumpió en una subasta ilegal de petróleo y gas donde se estaba vendiendo terreno público a las corporaciones. Acudió y aunque sabía que no tenía dinero, quería sacarlo a la luz, así que siguió levantando su paleta de puja realizando falsas ofertas. Le costó a estas industrias cientos de miles de dólares y como resultado fue condenado a dos años de prisión por un acto de desobediencia civil. Además, los legisladores intentaron introducir nuevas leyes para etiquetar este tipo de protestas como actos de terrorismo.
Así que ha habido este lento pero constante crecimiento desde los márgenes hasta la corriente principal. Creo que las industrias contra las que se protesta son conscientes de la amenaza. Las tácticas como la que llevó a cabo Tim DeChristophe son increíblemente eficaces. Inspiran a la gente. No sólo eso, sino que les cuesta a las empresas mucho dinero, y exponen acciones ilegales de los gobiernos y las corporaciones. Creo que las industrias están aterradas con esto. Esa es en gran medida la razón por la que continúan estas campañas.
A menudo escribes sobre las leyes Ag-gag (mordaza). ¿Qué son?
Las leyes Ag-gag se refieren a la nueva legislación a nivel estatal que se ha introducido en Iowa, Utah y Missouri, algunas de ellas todavía pendientes, que criminaliza específicamente por ejemplo a quien fotografíe o grabe abusos contra los animales en mataderos y granjas industriales. Estas leyes son una respuesta directa a una serie de investigaciones de grupos como The Humane Society que han dado lugar a procesos penales, retiradas de carne, y también a cambiar completamente el discurso nacional sobre bienestar animal, temas medioambientales y seguridad alimentaria. En lugar de tratar de hacer frente a estos abusos, la industria está intentando ocultarlo todo.
Como periodista, es especialmente problemático para mí, porque si existieran conseguirían que alguien como Upton Sinclair fuera considerado como un terrorista, Quiero decir, simplemente por mostrar lo que ocurre en estas industrias, investigando y denunciando, la gente puede ser procesada.
En 2006 declaraste ante el Congreso sobre el Animal Enterprise Terrorism Act. ¿De qué se trata y cuál fue tu experiencia?
Así es. Declaré acerca de mi información ante un Comité Judicial sobre el Animal Enterprise Terrorism Act – una ley federal aprobada en 2006 (que ampliaba una ley anterior llamada the Animal Enterprise Protection Act). Dice que cualquier activista que cause pérdida de beneficios – ese es el lenguaje de la ley – a empresas de explotación animal, o que interfiera con las operaciones de estas empresas puede ser procesado. Sin embargo, el lenguaje es tan increíblemente amplio que cuando declaré, por ejemplo, hablé de desobediencia civil no violenta en la puerta una peletería o bloquear la entrada de un matadero. Y los que patrocinaban el proyecto de ley en el comité reconocieron que podría utilizarse de aquel modo.
Así que, en otras palabras, se está diseñando una ley antiterrorista para utilizar contra manifestantes no violentos. Presenté las mismas preocupaciones que planteo hoy – principalmente que este amplio uso de las leyes de terrorismo pueden utilizarse contra manifestantes no violentos, contra investigadores infiltrados e informadores.
Otra de las cosas que debería saber la gente sobre esta ley es que se aprobó con sólo seis legisladores en la sala de la Cámara. Ese día, casi todos estaban inaugurando el nuevo monumento en honor al Dr. Martin Luther King. Así que sólo había un puñado de personas en la sala, y colaron este proyecto de ley utilizando un oscuro procedimiento destinado a proyectos de ley no controvertidos. De modo que se utilizó el mismo procedimiento para honrar a los St. Louis Cardinas por ganar la World Series – ese tipo de cosas. Y luego se utilizó para sacar adelante un proyecto de ley contra el terrorismo que podría calificar lo que el Dr. King hizo como terrorismo.
¿Y no existe ninguna protesta pública?
Hay una protesta cada vez mayor dentro de estos movimientos sociales, y es la razón por la que los políticos y las industrias han presionado de esta manera en el último minuto – porque vieron la creciente oposición. Pero francamente, nadie estaba prestando atención a esto. Me resultaba muy difícil incluso conseguir que los grupos de protección animal hablaran contra esto porque pensaban que no había ninguna posibilidad de que realmente se convirtiera en ley. Y en cuanto al público general – no se encontraba en los deseos de nadie.
¿Cómo te sentiste acerca de esta experiencia y después de que se aprobara la ley?
Al principio, vi la oportunidad como un honor. Es decir, pensé que era una oportunidad increíble para hablar sobre mi trabajo – la mayoría de los periodistas nunca consiguen tal oportunidad – y también para ayudar a contribuir en el proceso político y el cambio de debate. Sin embargo, me di cuenta rápidamente de que no era como funcionaban las audiencias del congreso, Es decir, están cuidadosamente estructuradas – escuchan al FBI y al Departamento de Justicia, GlaxoSmithKline y todas estas industrias y luego se dirigen a alguien como yo. Yo simplemente era el mero gesto de la oposición porque la legislación fue apoyada por demócratas y republicanos. Así que nunca hubo intención de comprometerse con lo que dije de manera significativa. Se trababa de aprobar la ley mediante estos movimientos.
Y para mí fue – sin tener en cuenta lo que me he hartado de vivir en Washington DC – muy impactante ver que funcionaba de este modo. Y realmente desalentador ver la voluntad de los políticos de sacar adelante leyes como esta.
Cuéntanos acerca de tu libro, Los Verdes somos los Nuevos Rojos.
Los Verdes somos los nuevos Rojos es una investigación sobre cómo estos grupos se conviertieron en la principal amenaza de terrorismo nacional. Pero también muestra las historias de la gente a la que más les ha afectado: los activistas a los que se dirigen, algunos de los casos más importantes de la Primera Enmienda contra los que se ha luchado en estos temas.
Y también es una especie de revelación de cómo este lenguaje de terrorismo está dirigido a la creación de unidades de prisión secreta en los Estados Unidos que se utilizan para terroristas nacionales.
Es la forma larga de decir que he intentado enfocar el libro como un periodista pero también incorporando mis propias experiencias personales con las personas a las que le han afectado, para pintar un cuadro más personal de lo que está en juego aquí.
La respuesta ha sido increíble. Cuando se publicó el libro, recibí grandes elogios de Publishers Weekly y Kirkus le otorgó la Estrella Kirkus. Creo que lo más importante para mí es que desde que se publicó ha crecido la atención sobre estos asuntos y todos estos diferentes temas se están uniendo.
Ahora, las leyes ag-gag están empezando a aparecer internacionalmente. Las industrias de otros países están diciendo que quieren las mismas protecciones que gozan las corporaciones de Estados Unidos. Realmente me complace ver que el trabajo que he realizado sobre estos asuntos resulta útil a la gente de otros lugares.
¿Cómo crees que va a ir evolucionando todo en el futuro? No parece que se dirija a una dirección positiva por el momento.
Bueno, sí y no. Quiero decir, realmente con las leyes ag-gag – la primera vez que escribí sobre estos asuntos nunca pensé que algo así fuera posible. Era demasiado exagerado incluso para los temas sobre los que yo escribo. Sin embargo, la consecuencia de ello es también que la gente está indignada, es decir, la reacción contra estos proyectos de ley ag-gag ha sido muy inspiradora para mi. Di una conferencia en la Facultad de Derecho de Gerogetown a la que acudió la ASPCA, grupos de derechos de los trabajadores, sindicatos, ecologistas, yo hablando como un periodista – quiero decir, toda esta gente estaba en la misma sala y francamente esto no ocurre muy a menudo. Son personas que normalmente están embarcadas en distintas causas con un montón de problemas. Sin embargo, se han unido en oposición a esta amenaza.
Y además me parece que se expone el poder de los individuos – las personas que tienen poco dinero, muy pocos recursos, pero que retan completamente y amenazan algunas de las más poderosas industrias del planeta. Es un punto de inspiración, la idea de que la gente con una cámara o un iPhone puedan grabar lo que ocurre en las granjas industriales y aterrorizar completamente a esta industria. Así que creo que las cosas van a empeorar pero también hay mucho potencial
Fotografía: Karol Orzechowski
Antes has comentado que repartir folletos es una actividad benigna. ¿Benigna en el sentido de que no se vería como un conflicto de interés con el periodismo? O ¿benigna ya que no incumple nada?
Ambas. Definitivamente no incumpliría nada. Nunca lo he hecho. Pero creo que pensé que trabajando como periodista no quería estar ahí fuera manifestándome. No quería ejercer desobediencia civil. Además no quería tener un papel de liderazgo en ningún tipo de campaña social. Sólo lo veía como una forma fácil de conectar con la protesta que ya se llevaba a cabo, intentar hacer una diferencia positiva. Algo que pudiera hacer en una tarde. Es realmente la medida de mi capacidad de involucrarme en cosas y mi voluntad de participar en asuntos sociales cuando estaba trabajando en una sala de redacción.
Ahora que tienes pleno conocimiento y estás completamente involucrado en el tema, ¿cuál es tu posición por ejemplo sobre colarse en una granja industrial y grabar?
Es interesante porque como periodista creo que de muchas maneras sería completamente adecuado. Jonathan Safran Foer en su libro, “Comer Animales”, habló sobre cómo este tipo de investigaciones encubiertas son la única forma de vigilar esta industria. Por supuesto, como es alguien reconocido y respetado no ha sido acusado o investigado como terrorista y creo que de muchas maneras los periodistas deberían utilizar este tipo de herramientas de investigación para dar a conocer lo que ocurre.
¿Estarías de algún modo protegido por el estandarte del periodismo?
Es difícil de decir, porque siento como que los derechos de la Primera Enmienda están siendo atacados ahora mismo en todos los ámbitos: los periodistas no están exentos de ello. Hemos visto una importante vigilancia del gobierno contra los principales reporteros del New York Times y de Associated Press. Así que para alguien como yo, que me enorgullezco de ser independiente y autónomo tengo incluso menos protección que esos reporteros que llevan vinculados durante tanto tiempo a un medio de comunicación. Así que claro que me preocupa.
¿Alguna vez es difícil trazar la línea entre estar al lado de los activistas y suficientemente distanciado como para cubrirlos? ¿En qué punto empiezas a pensar: “Está bien, olvida lo del periodismo, voy para allá a tirar piedras?”
Es una línea difícil de trazar, y por la que he luchado durante mucho tiempo, especialmente al trabajar en el libro. Sin embargo, creo que llegué a darme cuenta de que lo más importante no es fingir que esas relaciones y amistades no existen, sino ser honesto sobre ello. Creo que mi obligación principal como periodista es hacia mis lectores y a la gente que ve mi trabajo, que tengo transparencia. No pretendo ser imparcial pero reconociendo mis preferencias – y reconociendo esas relaciones – creo que hace que mi informe sea más potente porque la gente entiende mi enfoque y el contexto en el que digo las cosas.
Sin embargo, en términos de dónde trazar la línea y si debes dejar el bolígrafo y la libreta y empezar a implicarte en estos movimientos – francamente, la razón por la que hago este trabajo es porque me di cuenta de que estaba pasando todo esto y no sabía qué más podía hacer. Pensé que era la forma para mí de contribuir, jugar un papel. Creo que incluso dada la oportunidad todavía me mantendría en este camino porque pienso que es el más útil de acuerdo con mis habilidades. Creo que el reto está en que cada uno averigüe cual es el suyo.
La editorial Plaza y Valdés, en colaboración con Igualdad Animal, ha publicado en castellano "Los verdes somos los nuevos rojos", una mirada crítica y necesaria a la criminalización internacional del movimiento de derechos animales.