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Un cambio de menú podría salvar al planeta y a nosotros mismos


“Si todos comiesen una dieta occidental, necesitaríamos dos planetas terrestres para alimentarnos. Sólo tenemos uno y se está muriendo. Los gases de efecto invernadero procedentes del ganado son un 50% superiores a los del transporte” Phillip Wollen

Phillip Wollen era todavía un ejecutivo de Citibank cuando hace 30 años una visita al matadero de un cliente transformó su visión del mundo. Tras su discurso “¿Deberían los animales estar fuera del menú? ” se convirtió en uno de los  defensores de la justicia animal más reconocidos a nivel mundial. A la luz del reciente informe de la Comisión EAT-Lancet que pide una reducción drástica en el consumo de carne, compartimos el apasionado llamamiento de Phillip Wollen a un cambio global hacia una dieta basada en plantas.

El rey Lear, a altas horas de la noche en los acantilados, le pregunta al conde ciego de Gloucester: “¿Cómo ves el mundo?” Y el ciego Gloucester responde: “Lo veo con sentimiento”. ¿No deberíamos todos? Los animales deben estar fuera del menú. Ahora mismo están gritando de terror en el matadero, en cajas y jaulas. Viles e innobles gulags de desesperación.

Escuché los gritos de mi padre moribundo cuando su cuerpo estaba siendo destrozado por el cáncer que finalmente lo mató. Y me di cuenta de que yo ya había oído esos gritos antes.

En el matadero, en los ojos apuñalados y los tendones cortados, en los barcos de ganado rumbo  a Oriente Medio y en la ballena moribunda cuando un arpón japonés se incrusta en su cerebro mientras ella, desesperada, grita a su cría. Sus gritos eran los gritos de mi padre. Descubrí que cuando sufrimos, sufrimos como iguales. Y en su capacidad de sufrir, un perro es un cerdo, es un oso… es un niño. La carne es el nuevo asbesto, más asesino que el tabaco.

El CO2, el metano y el óxido nitroso de la industria ganadera están matando nuestros océanos con zonas muertas ácidas e hipóxicas. El 90% de los peces pequeños se muelen en pellets para alimentar al ganado. Así, las vacas vegetarianas son ahora el depredador oceánico más grande del mundo. Los océanos están muriendo en nuestro tiempo. Para el año 2048 todas nuestras pesquerías estarán muertas. Los pulmones y las arterias de la tierra.

Miles de millones de pollitos saltarines son molidos vivos simplemente porque son machos. Sólo 100 mil millones de personas han vivido alguna vez. Siete mil millones están vivos hoy. Y torturamos y matamos a dos mil millones de animales cada semana.

Diez mil especies enteras son aniquiladas cada año debido a las acciones de una especie. Ahora nos enfrentamos a la sexta extinción masiva en la historia cosmológica. Si cualquier otro organismo hiciera esto, un biólogo lo llamaría virus. Es un crimen contra la humanidad de proporciones inimaginables.

El mundo ha cambiado. Hace diez años Twitter (gorjeo) era un sonido de pájaro, www era un teclado atascado, Cloud  (nube) estaba en el cielo, 4G era un lugar de estacionamiento, Google era un eructo de bebé, Skype era un error tipográfico y Al Kider era mi fontanero.

Víctor Hugo dijo: “No hay nada más poderoso que una idea cuyo tiempo ha llegado.”

Los derechos de los animales son ahora el mayor problema de justicia social desde la abolición de la esclavitud. Hay más de 600 millones de vegetarianos en el mundo. ¡Eso son más personas que los EE.UU., Inglaterra, Francia, Alemania, España, Italia, Canadá, Australia juntos! Si fuéramos una nación, seríamos más numerosos que los 27 países de la Unión Europea.

A pesar de esta enorme huella, seguimos ahogados por los ruidosos cárteles que cazan, disparan y matan y que creen que la violencia es la respuesta, cuando ni siquiera debería ser una pregunta. La carne es una industria de matanza: los animales, nosotros y nuestras economías.

El Medicare, sistema sanitario nacional de los EE.UU. , ya ha llevado a la bancarrota al país. Necesitarán 8 billones de dólares invertidos en Bonos del Tesoro sólo para pagar los intereses. Podrían cerrar todas las escuelas, el ejército, la marina, la fuerza aérea y los marines, el FBI y la CIA, y aún así no podrán pagar por ello. Las universidades de Cornell y Harvard dicen que la cantidad óptima de carne para una dieta saludable es CERO.

El agua es hoy el nuevo petróleo. Las naciones pronto irán a la guerra por ello. Los acuíferos subterráneos que tardaron millones de años en llenarse se están agotando. Se necesitan 50.000 litros de agua para producir un kilo de carne de vacuno.

Mil millones de personas padecen hambre hoy en día y veinte millones morirán por desnutrición. La reducción de la carne en tan sólo un 10 por ciento alimentaría a 100 millones de personas. Eliminar la carne acabaría con el hambre para siempre.

Si todos comiesen una dieta occidental, necesitaríamos dos planetas terrestres para alimentarnos. Sólo tenemos uno y se está muriendo. Los gases de efecto invernadero procedentes del ganado son un 50% superiores a los del transporte: aviones, trenes, camiones, automóviles y barcos.

Los países pobres venden su grano a occidente mientras sus propios hijos se mueren de hambre en sus brazos. Y aquí, se lo damos de comer al ganado. ¿Para que podamos comer un filete? ¿Soy el único que ve esto como un crimen? Cada bocado de carne que comemos es una bofetada en la cara manchada de lágrimas de un niño hambriento. Cuando le miro a los ojos, ¿debo callarme?

La tierra produce lo suficiente para cubrir las necesidades de todos. Pero no lo suficiente para satisfacer la codicia de algunos. Nos enfrentamos a la tormenta perfecta. Si alguna nación hubiera desarrollado armas que pudieran causar tanto caos en el planeta, lanzaríamos un ataque militar preventivo y lo bombardearíamos de forma instantánea.

Pero no es un estado rebelde. Es una industria. La buena noticia es que no tenemos que bombardearlo. Podemos dejar de comprarla. George Bush estaba equivocado. El Eje del Mal no atraviesa Irak, Irán o Corea del Norte. Pasa por nuestras mesas de comedor. Las armas de destrucción masiva son nuestros cuchillos y tenedores.


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