El maltrato animal que sí aceptamos
Si pudieses volver a nacer pero no supieses en forma de qué animal lo harías hay una cosa segura: no querrías ser un animal de granja.
Si pudieses volver a nacer pero no supieses en forma de qué animal lo harías hay una cosa segura: no querrías ser un animal de granja. Hay algo más, si cuando piensas en granjas la imagen que te viene a la cabeza son verdes prados y animales felices pastando, la actual industria alimentaria ha conseguido su propósito contigo: ocultarte el peor maltrato animal conocido.
Mayoritariamente nuestra sociedad se declara en contra del maltrato animal. La crueldad hacia los animales no nos gusta. Rechazamos la violencia en plazas de toros, la privación de libertad en el zoo y en los acuarios, la humillación y el confinamiento en el circo. Queremos que todos los animales que sufren y mueren en esos obsoletos espectáculos crueles sean libres y felices. Queremos el fin de la violencia, la reconversión de zoos y circos, la abolición de la tauromaquia y de los festejos crueles.
Y, sin embargo, cerca, muy cerca de nosotros, se está produciendo el peor y más abusivo maltrato animal de la historia: la ganadería industrial. De alguna manera, lo sabemos.
Sí, es cierto, la multimillonaria industria alimentaria nos oculta cómo se produce nuestra carne, lácteos y huevos, pero, sin embargo, tampoco hacemos demasiado por enterarnos: sabemos que algo terrible está sucediendo en el interior de granjas industriales y mataderos.
En eso estamos en lo cierto: algo terrible, espantoso y profundamente erróneo está sucediendo ahora mismo a pocos kilómetros de nosotros, tras los muros de las modernas granjas y los mataderos industriales. La imagen de animales felices pastando en verdes prados que nos viene a la cabeza es una imagen falseada que le cuesta cientos de millones en publicidad a las industrias cárnica, láctea y del huevo.
Un ejemplo perfecto sería el de los camiones de distribución de estos alimentos. Cuando los vemos circulando lo que se nos muestra en el exterior son dibujos de animales en libertad viviendo una vida idílica en prados y montañas. Sin embargo, fuera de nuestra vista, en el interior, los despedazados cuerpos sin vida de los animales cuelgan de ganchos metálicos. Tristes esculturas de carne erigidas por la profunda crisis de valores humanos que nos arrebata nuestra empatía y nuestra compasión.
Somos mejores que esto. Somos mejores que nuestro quebrado sistema alimentario. Cuando miramos a los ojos de nuestros perros y gatos, ¿qué vemos? Si pudiéramos traspasar los muros de hormigón de granjas industriales y mataderos y mirásemos a los ojos a vacas, cerdos, terneros, gallinas o pollos, ¿qué veríamos?
¿Sería distinto? ¿Hay algo en estos maravillosos animales que los haga indignos del mismo amor, respeto y compasión que mostramos a nuestros adorados animales de compañía?
Unos son nuestra familia y les protegemos del maltrato. Otros son nuestra comida y aceptamos que sean golpeados, inseminados artificialmente una y otra vez, separados de sus madres nada más nacer, enjaulados en jaulas tan pequeñas que no pueden moverse, tirados a la basura cuando nacen enfermos, degollados cabeza abajo en el matadero…
¿Cuánto tiempo más seguiremos aceptando su tortura y dolor en nombre de nuestra alimentación?
Las preguntas se acumulan en nuestra conciencia. Cuando abrimos los ojos a la realidad de las industrias cárnica, láctea y del huevo, el peso de esas preguntas se vuelve insoportable. Es buena señal: aún existe un lugar de nuestra conciencia en el que los millones en publicidad falseada de estas industrias no han conseguido su propósito.
Porque, hay una cosa que ha de quedar clara: como consumidores, tenemos todo el poder para cambiar esta terrible situación. Somos nosotros los que moldeamos a la industria alimentaria con nuestros hábitos de consumo y no al revés.
Mientras, en un supermercado, un niño se aproxima a las neveras con las bandejas de carne. Se para, observa y pregunta a su padre y a su madre: ¿de dónde viene la carne? Una buena pregunta.
Por favor, considera ayudar a estos animales y al resto de animales de granja consumiendo alternativas a la carne. No consumir los productos que conllevan maltrato animal lanza un poderoso mensaje a la industrias cárnica.