«Aún escucho los gritos de las madres»
Michelle trabajó durante 15 años en la industria láctea. Allí, como cualquier otro granjero, descornó vacas, cortó sus pezones, las separó una y mil veces de sus hijos y, también, envió a unos y a otros al matadero.
La decisión de alejarse de todo esto la tomó cuando se dio cuenta de que no podía seguir siendo partícipe de esta maquinaria de crueldad sin límites. Porque si algo es cierto es que para las vacas y becerros la industria láctea no es otra cosa más que el mismo el infierno.
«Es un lugar engañoso. Sólo los que están dentro realmente lo saben. No estoy hablando de una visita de una hora a la granja…quien realmente está dentro, sabe qué tipo de lugar es. Es el infierno. Hay un sufrimiento terrible allí», comenta Michelle.
La descripción que sigue es aún más desgarradora. Michelle admite: «No tengo ni idea de cuántas madres y bebés puse en el remolque para enviarlos al matadero. Cuántas madres se quedaron sin sus bebés. Y lloraron y los llamaron».
En el video que hizo para contar su historia y darle así una voz a las madres e hijos atrapados en esta cruel industria, Michelle nos muestra a una vaca que estaba dando problemas a los granjeros porque se negaba a que la llevaran a la sala de ordeño. Entre lágrimas explica: «Quería a su becerro…no debo llorar aquí porque nos echarán…ella acaba de dar a luz y quiere a su bebé, no quiere que la ordeñen…porque la leche de sus ubres estaba destinada a su hijo».
Actualmente Michelle es madre y confiesa que cuando ve a los ojos a vacas y becerros no sabe qué decirles y que todo el dolor que les causó está grabado para siempre en su corazón.
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Y a pesar de esto reconoce que lo más importante es que más y más personas se enteren de lo que ocurre en las granjas y decidan ponerse del lado de los animales, sustituyendo la carne y los productos lácteos por opciones vegetales que si los tienen en cuenta.