«Lo primero que se mata es a los terneros para que dejen de llamarse con las madres»
Tras siete años trabajando en el matadero público de Limoges, el más grande de Francia, Mauricio García Pereira, no pudo más y decidió grabar y denunciar a cara descubierta el horror que vivían los animales en ese lugar donde el maltrato animal, los abusos, el alcohol y las drogas son la norma. En el canal Voces Animales de Igualdad Animal nos cuenta cómo con la ayuda de la organización L214 hizo público uno de los mayores escándalos en mataderos en la historia de Francia.
Vacas preñadas sacrificadas al atardecer
Para Mauricio, gallego afincado en Francia, fue un shock descubrir que el ternero perfectamente formado que encontró entre las tripas y despojos, no fue un error. Cada día en el matadero de Limoges se sacrifican entre 20 y 30 vacas preñadas de raza Limusina. Una práctica habitual para evitar que suba el precio de la carne y lograr que las vacas engorden más fácilmente. Estas normalmente, asegura Mauricio, son sacrificadas a última hora por tratarse de animales más dóciles y porque los fetos, muchas veces casi a término, llenan los contenedores muy rápido.
Mauricio, recuerda emocionado, como pasó muchos meses en la tripería tirando con sus propios brazos a los fetos a la basura; «Yo les llamaba ‘mis terneritos’ pero allí eran basura. ¿Cómo se puede llamar a un ternero que estaba a punto de nacer “basura”?»
Pese a este sufrimiento, Mauricio reconoce que prefería trabajar en este área del matadero, que en la zona donde los animales aún están vivos. «Prefería estar en la tripería, entre mierda, que descargar a los animales y verles en el pasillo de la muerte» «Ellos tienen una capacidad olfativa mayor que nosotros y saben que van a morir. Las vacas no quieren bajar del camión»
«Si la muerte tiene un olor, ese es el olor de un matadero»
Denuncia además la falta de atención veterinaria a los animales y que los veterinarios del matadero solo se preocupan de la calidad de las piezas de carne. Vuelve a emocionarse cuando recuerda como se trata a muchos animales que llegan al matadero incluso sin poder moverse: «He visto a animales que no se pueden ni levantar. Les atábamos una cuerda y les arrastrábamos de los cuernos hasta el box de matanza» «Se matan a vacas que están literalmente los huesos, tras años usadas para dar leche, su carne se destina a conservas y procesados»
«Es más difícil entrar en un matadero que en un submarino atómico»
Tras denunciar los abusos y el maltrato del matadero, Mauricio plasmó toda su experiencia en el libro ‘Maltrato Animal, sufrimiento humano’ donde narra además de la presión que sufren los trabajadores y como han de recurrir al alcohol o las drogas para soportar el ritmo de trabajo; «Sacrificábamos 35 vacas a la hora, yo tenía minuto y medio para aspirar la médula de cada una» Es ese ritmo frenético el causante, reconoce, de que en los mataderos siempre haya accidentes laborales, bajas por lesiones y enfermedades.
Asegura que además se trata de una industria extremadamente hermética: «Es más difícil entrar en un matadero que en un submarino atómico». Una industria que solo busca trabajadores sin estudios, con fuerza física, que no hagan preguntas. Hoy Mauricio está en el paro y asegura que se lo están poniendo muy difícil para encontrar un trabajo en Limoges. Pese a ello, dice que prefiere estar así que volver a ese mundo «Lo volvería a hacer una y mil veces» sentencia.