La muerte de los derechos animales
Con casi 40 años de historia, el moderno movimiento por los derechos animales ha conseguido cada vez más visibilidad y ha comenzado a generar una base sólida de recursos. Sin embargo, ¿realmente están mejor los animales? La sociedad sigue utilizando y abusando de los animales cada vez más, desde la granja industrial, pasando por el laboratorio de vivisección, hasta el criadero de perros. Tras cuatro décadas de trabajo y, quizás, pocos éxitos significativos, debemos pensar profundamente en desarrollar nuevos modelos de protección de los animales para poder ser un movimiento relevante que consiga resultados tangibles para los animales.
Como científico sociológico, a menudo me encuentro con la posibilidad de ofrecer a mis compañeros que son activistas por los animales lo que yo llamo un «baño de realidad». Una descripción objetiva de la opinión pública puede resultar dura, porque la opinión pública en sí misma puede ser dura. Lo mismo se puede decir del uso y abuso actuales de los animales de manera institucionalizada (p. ej. la ganadería industrial) y de manera episódica (p. ej. un acto individual de crueldad). Aun así, creo que todos estaremos de acuerdo en que para llegar a donde se quiere llegar, primero se ha de conocer desde dónde se parte. Por desgracia, en el caso de la protección de los animales —el impulsivo adolescente de los movimientos sociales— el punto en el que nos encontramos no está muy lejos del punto desde el que partimos.
Pensemos en estos baños de realidad:
• Animales con los que convivimos: A pesar de una reducción considerable de la eutanasia en las protectoras desde la década de 1970 hasta mediados de la de 1990, en la última década el progreso parece haberse reducido. En 2005 se eutanasiaba un promedio de ocho de animales de protectoras por minuto.
• Animales de granja: Se estima que en 1970, se criaban unos 3.200 millones de animales para alimentación en los Estados Unidos. En 2007 el número era de 9.500 millones. Además, hoy en día, se cría a una proporción mucho mayor de animales de granja en condiciones de hacinamiento.
• Animales en laboratorios: Desde que en 1966 se creó la Ley de Bienestar Animal, las ratas, ratones y aves quedaron excluidos. Esto ha dejado fuera de ser protegidos por la ley al 95 % de animales utilizados en los laboratorios. Para estos animales no existe la mínima protección legal.
• Animales usados en peletería: Las pieles vuelven a estar de moda gracias al brillante trabajo de la industria peletera para convencer a los consumidores de que son menos nocivas y más éticas. Una mayoría de estadounidenses adultos todavía piensa que comprar prendas de vestir hechas de pieles de animal es aceptable moralmente.
• Vegetarianismo: El número actual de vegetarianos y veganos en los Estados Unidos es solo una minoría de un 2-3 % de adultos, y este porcentaje ha permanecido estancado durante 20 años o más, a pesar de la activa comunidad de difusión del vegetarianismo.
Así pues, ¿no es hora de que los activistas de protección animal piensen en algo más allá de las viejas tácticas y los mensajes repetitivos que hemos estado usando durante los últimos 30 años?, ¿no es hora de que seamos más analíticos en nuestro enfoque y exigentes con nosotros mismos para alcanzar mejores resultados? Por supuesto, ahora mismo también se están haciendo algunos trabajos excelentes que están proporcionando resultados consistentes para los animales. Ahora bien, mucho de lo que veo en el movimiento de protección animal es, de manera general, el relanzamiento de viejas campañas que se basan en el mismo tipo de mensajes tradicionales de oposición a la crueldad y que apelan a la compasión. Desgraciadamente, esto no está funcionando y los activistas tienen que romper con los paradigmas existentes si quieren conseguir resultados importantes.Una lección del ecologismo
Una pareja de activistas notables dentro del movimiento ecologista ha llegado recientemente a la misma conclusión con respecto al ecologismo. Michael Shellenberger y Ted Nordhaus, autores de La muerte del ecologismo, argumentan que el movimiento ecologista está quedándose rápidamente obsoleto por seguir políticas estrechas que resultan fácilmente ignorables o anulables, dependiendo de la tendencia política de la administración de turno en Washington D.C. Shellenberger y Nordhaus también concluyen que es desalentador la aparente falta de preocupación que los ecologistas tienen hacia sus escasos progresos:
«La estrecha definición de intereses de la comunidad ecologista depara en una especie de literalidad de principios que mina su propio poder… resulta difícil no concluir que la estrategia del movimiento ecologista hacia los problemas y políticas no ha funcionado especialmente bien. Aun así, no hay nada en el comportamiento de las organizaciones ecologistas que indique que, como comunidad, estemos preparados para pensar de modo diferente acerca de nuestro trabajo».
Shellenberger y Nordhaus ofrecen una visión interesante del derrotismo inherente al ecologismo por considerar la preocupación por el medioambiente como un «interés especial». La defensa de los animales, por otro lado, solo recibe una fracción de la atención pública y el interés político que recibe el ecologismo. ¡Sería una agradable sorpresa si se consiguiera ver la defensa de los animales en la misma lista que otros «intereses especiales»! Cabe decir que las lecciones de La muerte del ecologismo también son aplicables a la protección animal, entre las que se incluye la necesidad de examinar de cerca las actitudes y estrategias arraigadas que aplicamos para ayudar a los animales.
Una de las áreas que creo que debería ser examinada es nuestra postura acerca de qué objetivos buscamos. Muy pocas personas apoyan la idea de un «mundo vegano», pero casi todo el mundo está de acuerdo con el objetivo de eliminar la crueldad hacia los animales y su sufrimiento. El hecho de hacer ver al público esa desconexión va más allá de explicar que al hablar de «derechos animales» no se pretende dar carnets de conducir a las mascotas de las familias. Francamente, los defensores de los animales también necesitan rebajar su tono y limitar sus expectativas. Excepto en contadas ocasiones, la gente no da cambios radicales (e incluso se podría decir que la mayoría de los pocos que sí los dan ya son activistas); y una persuasión eficiente requiere aceptar que se han de ofrecer pasos progresivos.La gran división: reformas frente a abolición
Dadas las circunstancias de su situación, los animales probablemente se decepcionarían por el debate subido de tono en relación a las «reformas por el bienestar» frente a la «liberación animal» que mantienen algunos activistas. Una discusión sobre dónde destinar los recursos limitados que se tienen suele ser una buena idea, pero sugerir que solo una estrategia de defensa de los animales es la válida (o que otras son erróneas) resulta básicamente ingenuo. La discusión es irrelevante, no solo porque defender a los animales siempre será un esfuerzo diversificado. El hecho es que conseguir victorias para los animales del presente es perfectamente efectivo, incluso si esas victorias son mínimas. Por otro lado, asegurarnos de que no perdemos el objetivo final de abolir la crueldad hacia los animales (al menos hasta donde sea posible) es igualmente legítimo para los activistas que prefieran actuar así.
Sin embargo, dividir a los activistas en secciones «bienestaristas» y «abolicionistas» no solo es divisivo, sino también un desperdicio del tiempo limitado del que todos disponemos y, aún más importante, es perjudicial para los animales. Los únicos activistas equivocados son aquellos que creen que su estrategia es la única que se ha de seguir. Todos aquellos que respetan la amplia gama de tácticas incluidas en el movimiento de protección animal también reconocen que los pequeños cambios pueden conducirnos a grandes resultados a largo plazo. Por hacer una suposición, diría que los animales aprecian tanto los cambios progresivos como el enfoque a largo plazo centrado en su liberación. Así que un buen primer paso para los activistas sería poner fin a los debates y empezar a centrarse en la eficiencia de su propuesta.Arriesgándonos a quedar obsoletos
Pero, ¿qué es eficiente? Es cierto que ha habido algunas campañas que han logrado éxitos para los animales a lo largo de las últimas décadas. ¿Cómo se consiguieron esas victorias? ¿Por qué otras estrategias no atraen la atención suficiente para cambiar corazones y mentes, o para aprobar más leyes de protección? Por desgracia, no tengo respuestas para estas preguntas, solo algunas observaciones personales basadas en las investigaciones que ha llevado a cabo Faunalytics. Lo primero y más relevante es simplemente que la protección de los animales no es importante para muchas personas, excepto, tal vez, cuando hablamos del cuidado y el bienestar de aquellos con los que viven. Pero el abuso hacia los animales es algo que sucede sobre todo a puerta cerrada. Esto hace que cuando la gente llega a verlo piensa que se trata de una excepción.
En parte como consecuencia de esto, algunos defensores de los animales han caído en la creencia de que solo necesitan gritar más fuerte para ser escuchados. Denuncian la crueldad hacia los animales con una vehemente retórica y con imágenes explícitas en carteles; y se sorprenden de que la gente no esté cambiando en masa como respuesta a la verdad. No obstante, en ocasiones, cuanto más gritas menos te escuchan. Es como cuando la gente silencia su televisor en cuanto aparecen esos odiosos anuncios con un volumen más alto. De la misma manera, la gente desconecta de la retórica «colérica» y las tácticas «extremistas». Puede que ofrezcan una distracción momentánea o un espectáculo en los medios, pero la atención se pierde rápidamente.
Pongamos esto en contraste con el otro lado del espectro: la típica protectora de animales sin ánimo de lucro que en la mayoría de lugares está muy bien considerada entre el público. Este hecho se debe al gran esfuerzo y duro trabajo de los defensores de los animales de compañía, pero también refleja la polarización de la percepción pública sobre los activistas por los animales: el amable voluntario de una protectora frente al colérico activista vegano. Como consecuencia, existe un enorme vacío en la opinión pública en donde los activistas moderados pero decididos podrían reclamar un espacio y atraer a más gente hacia las ideas del movimiento. La gente realmente ama a los animales, sabemos que es así, pero los activistas tienen que ofrecer una comunidad y un conjunto de ideas con las que las personas puedan sentirse identificadas.Cómo evitar una muerte prematura
Citando de nuevo a Shellenberger y Nordhaus:
«Si los ecologistas pretendemos ser algo más que un interés especial tendremos que empezar a enmarcar nuestras propuestas en torno a los valores tradicionales americanos. Tenemos que empezar a ver nuestros propios valores como constituyentes de aquello que motiva y guía nuestra política».
Durante los últimos cuarenta años la mayoría de los defensores de los animales han repetido una y otra vez a las personas, gobiernos y empresas, que nuestro objetivo era eliminar (o al menos reducir) la crueldad hacia los animales. Recurrir a la compasión y a «hacer lo correcto» puede funcionar con ciertas personas e instituciones, pero no pensemos que la compasión es la panacea. Es solo uno de los valores fundamentales de los habitantes de Estados Unidos y de los de otros países del mundo. Siguiendo la cita que acabamos de mencionar, los activistas por los animales (al igual que los ecologistas) haríamos bien en alinear nuestros mensajes y políticas con los que ya son compartidos por las personas en nuestros países.
Para mayor información sobre un tratado fascinante acerca de los valores fundamentales de los estadounidenses en relación con las percepciones de la ecología, léase «Road Map for an Ecological Majority» (PDF en inglés), de American Environics (una empresa fundada por Shellenberger y Nordhaus). En el estudio, los siguientes son identificados como valores fundamentales de la base ecologista, un segmento que opino se solaparía significativamente con la base del movimiento de protección animal.
• Preocupación por el medioambiente • Importancia de la espontaneidad
• Control personal • Creatividad personal
• Compromiso cívico • Ética del día a día
• Religión a la carta • Discriminación del consumismo
• Introspección y empatía • Momentos significativos
• Familias flexibles • Identidad de género flexible
• Escepticismo hacia la publicidad • Rechazo del orden
• Conciencia global • Consumo estratégico
• Importar elementos de otras culturas • Mestizaje racial
• Apatía hacia las marcas • Generosidad responsable
• Consumismo ético • Responsabilidad social
• Rechazo a la autoridad
• Más poder a los medios de comunicación
Cada uno de estos valores tiene un significado específico según la taxonomía de American Environics, pero algo que se hace evidente, viendo la lista de arriba, es que el sistema moderno de valores es complejo. La gente defiende visiones del mundo diversas y llega a esas creencias de distintas formas, lo que hace que la comprensión de la naturaleza humana sea una tarea difícil. Con todo, tenemos que entenderla, si pretendemos generar un cambio para los animales. Y lo que es más, los activistas deberían darse cuenta de que intentar cambiar la naturaleza humana no es ni inteligente ni sostenible. En vez de eso, nuestro objetivo debería ser crear mensajes y políticas que apelen a los valores más interiorizados por nuestro público objetivo.
«Público objetivo» es un concepto que suele aparecer en estos artículos. Dependiendo de en qué parte de la defensa animal se trabaje, el público objetivo puede ser reducido, pero en la mayoría de casos será realmente amplio, (por ejemplo, dueños de animales de compañía, consumidores de carne, etc). Cualquiera que sea el caso, los activistas han de trabajar duro para entender a su público y diseñar sus mensajes, basándose en los valores y los hábitos de su audiencia. Si esta es muy amplia, se tendrá que segmentar en grupos más pequeños, en función de los valores compartidos, hábitos y/o medios por los cuales se planee llegar a ellos. Recuerda: un único mensaje no llega ni sirve para llegar a todo el mundo.
Una idea final: el movimiento de protección animal siempre contará con pragmáticos, puristas y críticos (probablemente yo incluido) y, en general, la diversidad es probablemente algo bueno. De todas formas, debemos tratar de limitar los debates internos sobre qué es más eficiente y, más importante, mantenernos centrados en nuestro público objetivo. Estoy seguro de que todos estaremos de acuerdo en que nuestra obligación primordial es hacia los animales, lo que significa que es mejor emplear nuestra energía en entender y persuadir a la mayoría social (nuestro público objetivo) que en debatir entre nosotros.
Gracias por leer y escuchar mi opinión.
Che Green, fundador y director ejecutivo de Faunalytics.