Nuestra alimentación produce una huella de sufrimiento
Llegamos al área de carne en el supermercado. Observamos las bandejas de carne de pollo, seleccionamos una, la echamos a nuestro carro de la compra y seguimos haciendo la compra.
Llegamos al área de carne en el supermercado. Observamos las bandejas de carne de pollo, seleccionamos una, la echamos a nuestro carro de la compra y seguimos haciendo la compra. Es un acto cotidiano sobre el que no solemos pensar. Sin embargo, nuestra alimentación produce una huella de sufrimiento.
¿Por cuánto sufrimiento pasan pollos, cerdos, terneras o gallinas ponedoras a lo largo de su vida? Al igual que nuestra huella de carbono o nuestra huella de agua, nuestros hábitos de consumo están produciendo consecuencias que debemos conocer. Veamos.
Un pollo nace en el seno de la industria cárnica. Nunca conocerá a su madre. El primer día es violentamente manipulado en las incubadoras industriales de pollos y enviado a la granja de engorde. Crecerá a un acelerado ritmo antinatural tras décadas de selección de razas e hibridación. El ritmo de crecimiento es tan brutal que sus huesos no soportan su masa muscular. Esto le hará vivir con dolor agudo crónico.
En la granja de engorde, se le negará satisfacer sus instintos naturales. Vivirá en condiciones de hacinamiento extremo junto a decenas de miles como él. Respirará el metano de sus deyecciones continuamente. Esto le producirá dolorosos problemas pulmonares crónicos que no tratará ningún veterinario. En las granjas industriales no hay atención veterinaria individualizada.
Tras alrededor de cuarenta días, si consigue sobrevivir, es enviado al matadero. Será violentamente manipulado para ser cargado en el camión que le llevará a la muerte. Ya en el matadero será degollado cabeza abajo.
Multipliquemos el sufrimiento de este animal por los 97 kg de carne consumidos de media al año en España, los 63 kg de México, los 120 kg de EE UU o los 90 kg de Italia. ¿Qué huella de sufrimiento produce nuestro consumo de carne?
La mala noticia es que nuestra huella de sufrimiento es alta debido a nuestro consumo de carne. En los países occidentales comemos carne de forma tan desmesurada que incluso supone un problema de salud pública.
La buena noticias es que tenemos un gran margen de actuación para reducir significativamente nuestra huella de sufrimiento. Consumir menos carne o sustituirla por alternativas vegetales reduce nuestra huella y causa un beneficioso impacto en los animales, en el medioambiente y en nuestra propia salud.
¿Estamos preparados para reducir nuestra huella de sufrimiento?
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