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Nuestro sistema alimentario nos convierte en adictos a la carne


Si las cosas no cambian para el año 2050 el consumo de carne a nivel mundial se multiplicará por siete. Para solucionar un problema hay que empezar por reconocerlo: somos adictos a la carne.

Y no, no metamos a la cadena alimentaria en esto. La cadena alimentaria no requiere torturar a billones de animales en granjas industriales y mataderos para vivir de manera saludable.

La industrialización de nuestro sistema alimentario ha tenido devastadoras consecuencias para los animales y para nuestros manera de comer. La industria cárnica (también la láctea y del huevo) se ha convertido en un gigantesco monstruo cuyos tentáculos alcanzan instituciones alrededor del mundo. La presión de los lobbys de la ganadería industrial está omnipresente en las esferas políticas.

Nos han convencido de verdaderas aberraciones nutricionales: solo la carne tiene proteína; solo la leche tiene calcio; solo una vida con productos cárnicos, lácteos y huevos a diario es saludable. Todo lo demás es extremismo de ecologistas, animalistas y otros activistas que trabajan por un futuro mejor.

Y no, tampoco metamos el viejo y manido argumento de que somos omnívoros. Ser omnívoros no significa necesariamente que tengamos que comer carne como si nuestra vida dependiese de ello. Ser omnívoros significa que podemos obtener los nutrientes que necesitamos para la vida de diversas fuentes, incluida la vegetal. Es un hecho: se puede vivir sin carne, sin lácteos y sin huevos. Se puede vivir también consumiendo mucha menos carne. Como no se puede vivir es consumiendo la cantidad de productos provenientes de la ganadería industrial que consume el mundo.

No lo decimos nosotros, lo dice la ONU.

Y haríamos bien en informarnos sobre ello: nuestro futuro, el de los animales y el del planeta depende de ello.


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