Salvador, librado del infierno de la industria láctea.
Todos estaríamos de acuerdo en que cualquier bebé debería estar junto a su madre mientras necesite de sus cuidados y atenciones.
Lamentablemente, para la industria láctea este hecho absolutamente natural no debe ser tenido en cuenta. Para esta maquinaria del maltrato sistemático los animales son simples números que engrosan una línea de producción.
Y Salvador (un ternero nacido dentro de la industria láctea) era precisamente eso: sólo un número más, entre miles de millones de vacas,.
La crueldad de la industria láctea no solo somete a las vacas a una vida de sufrimiento, también a los bebés que ellas dan a luz.
Aunque mayoritariamente la sociedad se declare en contra del maltrato animal los consumidores no son conscientes de que para que una vaca produzca leche necesariamente debe dar a luz a un ternero.
Este es un hecho que, aunque natural y hasta lógico, la engañosa publicidad de la industria láctea logra ocultarnos.
Los indefensos e inocentes terneros son separados de su madres apenas nacen. Su destino está sellado también en función de su sexo: si son hembras pasan a llenar las filas de vacas que son brutalmente explotadas embarazo tras embarazo para producir leche.
Si es un macho vivirá por muy poco tiempo antes de ser enviado al matadero. Y este era el destino que le esperaba a Salvador antes de ser rescatado por la organización Animal Libre.
Durante sus dos primeras semanas de vida la industria que se lucró con su nacimiento solo le pagó con sufrimiento. Salvador nunca pudo estar en contacto con su madre, apenas recibió alimento y tuvo que dormir entre sus propios orines y excrementos.
Cuando lo encontraron estaba débil, desnutrido y muy decaído de ánimo pero gracias a los tratamientos veterinarios y a la atención emocional que recibió en el Santuario Igualdad Interespecie recobró sus fuerzas y ganas de vivir.
Ya hemos dicho que para la industria ganadera los animales son solo mercancías y por eso no se les permite satisfacer instintos naturales como correr, socializar o jugar.
Además, nos han hecho creer que necesitamos consumir leche para estar sanos, pero mienten.
Nos mienten sobre nuestra salud mientras hacen sufrir a animales inocentes desde el momento en que estos nacen y hasta que son llevados al matadero.
Las alternativas a los productos animales, incluida la leche, abundan y siguen creciendo en variedad. Para nosotros solo es necesario que escojamos entre un producto y otro al hacer la compra.
Esta acción tan sencilla significa la diferencia entre el sufrimiento y la libertad, la vida y la muerte para miles de millones de animales.
Es esperanzador saber que cada vez más consumidores se preocupan por los animales.
Tal vez ellos han comenzado a ver en todos ellos los que sus rescatistas vieron en Salvador: no tenemos por qué dañar a otros si podemos llevar vidas saludables sin utilizarlos.
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